martes, 2 de febrero de 2010

Obsequio del destino

El sol estaba por ocultarse, la noche casi se asomaba y yo regresaba del trabajo a casa, esperaba el autobus en un paradero. El día no había sido fácil, de zapatillas y de pié todo el día tenía que ofrecer el nuevo refresco que la compañía acababa de sacar al mercado. Con sonrisa automatica plasmada en toda la jornada del trabajo, era ya casi dificil mantenerla aún después. Pero la vida me trataba bien, así es que no era justo deshacerme de ese gesto de felicidad.


Por fín el autobus que pasaba por mi casa llegó, estire el brazo para hacerle la parada, y subí a él. Siempre he preferido el final del autobus para viajar, no sé por qué... quizá porque desde ahí se puede ver todo el autobus, sobre todo quien sube y quien baja de él. De más esta decir que efectivamente, me dirigí hasta el último asiento ignorando al par de personas que venían sentadas en todo el autobus. Sin embargo justo al llegar al final, me topé de frente con una mirada profunda de ojos color de miel que timidamente voltearon a verme... Tomé mi asiento al lado de ese joven que aunque humilde se imponía atractivo ante mí.


Para tener algo que hacer, saqué mi celular del bolso, pero la poca destreza en mis manos provocó que éste cayera, yendo a dar justo a los pies del personaje antes mencionado. Inmediatamente él reaccionó levantando el aparato y devolviendomelo con una fugaz sonrisa...


El autobus llegó a mi destino, y dispuse a bajarme, sin antes obsequiarle una mirada pícara a aquel joven tan enigmático, que discretamente correspondió.


El siguiente día no era diferente a los demás, mi trabajo era el mismo, en el mismo lugar -por ahora- ya que cambiaba cada mes. Terminando mi horario, volví al mismo lugar para dirigirme a casa, espere al autobus con la misma ruta que me llevaría hasta allí. Lo ví acercarse y volví a subir en él. volví a caminar hasta el final, y el destino me regalo un hermoso detalle; pues al llegar al final volví a encontrar ahí a esos ojos color miel, que me recibieron ahora con una sonrisa más profunda. El camino a casa transcurrió del mismo modo que el día anterior, con silencios, pero entre miradas perdidas y sonrisas a discreción.


Al día siguiente, salí un poco más tarde. Pero era inminente pensar si aquellos ojos me acompañarian de nuevo camino a casa. Era casi improbable, ya que era casi una hora más tarde que las otras dos veces. Pero sería magnífico volverlo a ver. Cuando el autobus se detuvo, no pude más que soltar una risa al ver en la última ventanilla a esos ojos que me veían desde arriba con la sonrisa más magnifica que nunca había conocido. Subí impaciente, y me volví a sentar a su lado como ignorando la situación pero con el corazón brincando como conejo. Pero él tampoco lo había ignorado...


-Ya es tarde verdad?


Volteé a verlo y afirmé con la cabeza... -Bastante tarde...- Continúe.


Empezamos a hablar de no sé que cosas... Su trabajo... el mío, el camino... No recuerdo bien... Lo único que nunca se me olvidará serán sus hermosos ojos, su boca pequeña de finos labios, y ese color canela-bronceado en su piel. Los proximos días sobra decir que nos volvimos a encontrar, no sé cómo, no se por qué, pero nos volvimos a ver, volvimos a platicar, nos volvimos a mirar... hasta que él se acercó más de lo normal y me dijo -¿Te había dicho que eres muy hermosa?- . Mi risa no se hizo esperar y enseguida le conteste que no me dijera esas cosas, por que me las podría creer. Él tranquilamente me respondió la sonrisa, se acercó -aún más a mi- y dandome un tímido pero tierno beso me dijo: -Para mí eres muy hermosa.


Mi ser no podía creer lo que acababa de sentir, y no acababa de asimilar la acción, y no me quedó más, que ser amable y corresponderle el beso... Otros tantos días transcurrieron, no tengo idea de cuantos, pero fueron pocos, muy pocos... Nos veíamos en el autobus, nos platicabamos nuestro día, nos reconfortabamos el cansancio, nos besabamos...


No recuerdo que haya habido un TE AMO, o un TE PROMETO, o menos un POR SIEMPRE... Solo nos dabamos el uno al otro sin condiciones en ese instante que la vida nos regalaba.


Un día sin previo aviso, mi superior decidió que tenía que cambiar de lugar. Eso sucedía cada mes, debía cambiar de zona, yo ya lo sabía... él también. No hubo una despedida, ni un adios, desde aquel día no lo volví a ver, no recuerdo su nombre, no obtuve ni un telefono, o una dirección. Sólo guardo en el corazón aquel mágico regalo que el destino un día me obsequió.


3 comentarios:

  1. Me alegro mucho q tú sapo-princípe te este alegrando los días ^^ yo ya me cansé y prefiero pensar q esos princípes no existen, ni siquiera los sapos buenos.. xD
    Respecto a lo que has escrito, es muy bueno! nunca has pensado en participar en algún concurso de literatura? amí me ha llegado la verdad y sí puede ser q los mejores amores sean los misteriosos.. un bsazo guapaa ^^

    ResponderEliminar
  2. Hey no tenia idea de este blog tuyo...

    Así que me daré mis vueltas también por aquí, esperando leer relatos siempre entretenidos tecleados por tus dedos...

    Hasta entonces... nos seguimos leyendo!

    Te mando un abrazote!

    ResponderEliminar
  3. Esta historia también es coqueta. Sin embargo te voy a marcar dos detalles. El primero es que haces mucho preámbulo antes de que se encuentren de nuevo el día en que ella sale tarde. De algún modo ya le advertiste al lector que se van a volver a encontrar, así que podrías ahorrar palabras y pronto decirlo para atrapar a quien lee mientras aún puedes sorprenderlo. Lo segundo que te comento es que ya habías informado que al mes la chica era cambiada de lugar de trabajo. Así que no tienes que decir ni que fue sin previo aviso ni repetir que cada mes sucede. Porque ya lo sabemos. Son sólo un par de cositas que pueden ayudarte a dar mayor fluidez al texto.

    ResponderEliminar