martes, 13 de abril de 2010

Urgente!

Mientras leía, una excitación casi instantánea le recorrió todo el cuerpo. No había que explicar nada, él sabía perfectamente que un mensaje de ella con la palabra URGENTE, no era más que el inicio de una noche totalmente ardiente. Así lo habían acordado mucho tiempo atras, siendo los mejores amigos, a Sandra se le ocurrió que no habría problema en desquitar todas sus ganas de mujer con la persona que más confianza le daba.

Apenas dieron las 8 de la noche, Donato alistó sus cosas y salió enseguida de su trabajo; había pasado las últimas horas pensando en ella, en su cuerpo, sus caricias, cada uno de esos detalles que le fascinaban cuando estaba a su lado. La casa de Sandra no estaba muy lejos de su trabajo, así es que pronto llegó.

Antes de bajar de su auto se alistó. Se acomodó un poco el cabello, se vació el perfume encima, intentó desarrugarse un poco la camisa con las manos y comió un par de mentas. Se apresuró a bajar y un poco nervioso tocó la puerta.

La puerta se abrió y tras ella se encontraba una mujer. Aquella que le había abierto la puerta a Donato no era la Sandra que conocía. Era una mujer borracha, escandalosa, malvestida, vulgar... En cuanto la miró, Sandra se sonrió con el y le ofreció su copa.

-Adelante guapo, te estaba esperando... Te tardaste eh!

Sin esperar a que le pudiera responder algo, Sandra se acercó a él y comenzó a besarlo, cómo haciendole el amor yá, tan solo con los labios y su lengua. Sin dejar reaccionar a Donato, empezó a desvestirlo, mientras él empezó a recorrerla con las manos, besándole todo el cuerpo de principio a fin. Él sabía bien cuál era su misión ahí: tan solo dar placer.

Enseguida en un movimiento se cargó a Sandra y avanzó hasta la recamara con ella encima besandolo, conocía bien el camino. Ya semivestidos cayeron en la cama para empezar a amarse. Justo en eso estaban cuando al tocar su rostro, Donato se dió cuenta que una lágrima rodaba por la mejilla de Sandra.

-¿Que te pasa, por que lloras?- Preguntó Donato incorporandose de inmediato.Sandra tirada en la cama llorando un poco más respondió su pregunta:

-Descubrí a mi novio con otra... No le importó, y se fué con ella.

-Disculpame, no lo sabía... ¡¿Por que no me dijiste nada cuando llegué?!

-Por que hoy solo quiero disfrutar... olvidarme de ese idiota, y que me hagas gritar de placer...

-Sandra, creo que es mejor que hablemos...

-No.. no quiero- decía mientras se le iba encima de nuevo besandolo frenéticamente.

Donato intentó detenerla, pero los besos, las caricias, los estrujos de Sandra fueron más alla de su poca voluntad por detenerse, rendido, tomó a Sandra entre sus brazos, la besó, ahora más tiernamente, recorrió con sus manos cada rincón de su cuerpo, y mientras le hacía el amor le dijo muy quedo al oído algo que nunca le había pronunciado: -"Te amo"- .

Sandra no hizo mucho caso, pues entre su dolor y su borrachera apenas podía hilar las ideas, así es que siguieron "fornicando" -cómo burlonamente decía Sandra-.

Cuando el cansancio le ganó a la pasión, Sandrá cayó completamente dormida. Donato la observó, dulcemente la arropó, y casi en silencio, a su lado, le recitó: -Mi Sandra, no te das cuenta que ningún hombre sería capáz de amarte más que yo; que yo te ofrezco más que sexo, más que una simple noche... -mientras derramaba una imperceptible lágrima, continuó- si tú tan sólo me vieras... como algo más que un amigo, cómo algo más que un simple hombre... Si te dieras cuenta de todo el amor que guarda mi corazón para ti, quizá me amarias tanto como yo a ti... Mi niña, mi amor... Para tí es urgente tener mi cuerpo... Para mí es urgente, obtener tu corazón...

martes, 6 de abril de 2010

La mulata de Córdoba

Allá en aquellos tiempos en que mi Córdoba, aún era una pequeña Villa, cuentan que vivía una hermosa mujer mulata, de gran porte y altivez, de rasgos gitanos y ojos hechiceros, que seducía y enloquecía a los hombres en su andar.

Su nombre era conocido en la región, por ser ella quien, ayudada tan solo por hierbas y algunos brebajes, era capaz de curar enfermos y resolver problemas de amores, a veces lograba predecir eclipses y tormentas.

En ese tiempo en el que pocas cosas tenían una explicación lógica, las malas lenguas empezaron a rumorar que tanto poder y tan exquisita belleza, sólo se podría atribuir a un pacto con el diablo. Y así muchos llegaron a afirmar que de su casa, por las noches, se podían escuchar lamentos y a veces hasta algunas llamas salian por las ventanas, tambien aseguraban que la habían visto volar por las noches cual bruja en su escoba.

Tan grandes y escandalosos comentarios llegaron hasta los oídos del Tribunal de la Santa Inquisición, quien acusandola de Bruja y Hechicera la mandaron encerrar en el Fuerte de San Juan de Ulúa. La mulata que aunque humilde nunca perdía su fina elegancia, no puso ninguna resistencia y serenamente acepto ser llevada hasta aquella terrible prisión, limitada tan solo por el mar de las costas de Veracruz, creada para los más malvados criminales.

Encerrada entre las paredes del calabozo, la hermosa mulata solo podía hablar de vez en vez con su carcelero, de quien poco a poco fue ganando su confianza. Sin perder la serenidad de la hermosa mujer, los días fueron pasando, no muchos de ellos habían transcurrido, cuando a la bella fémina se le ocurrió pedirle, como un favor muy especial a su carcelero, que le consiguiera un trozo de carbón o algo para poder trazar.

Sin entender bien el por qué, pero sin querer ser descortés con tan atractiva dama, el carcelero cumplió su capricho llevandole hasta el calabozo un gran trozo de carbón. Enseguida la Mulata de Córdoba comenzó con destreza a dibujar un gran velero sobre la pared sombría. La nave se iba viendo cada vez más real, cómo con las velas abiertas por el aire... cómo meciendose en las olas del mar. Al ver tan magna obra, el guardían quedó admirado boquiabierta viendo el dibujo terminado. En ese instante, la mujer lo miró y le preguntó: -Digame usted... ¿¡Que le hace falta a está nave?!- A lo que el hombre aquel, le respondió: -Esta nave es tan perfecta, que sólo le haría falta navegar...- Y en ese instante, con el mistisismo que envolvía a la bella mujer, ésta dío un salto y con una sonrisa en la boca, se instaló en la barca; y ante los ojos de aquel carcelero, el barco con ella encima se fué navegando perdiendose en el horizonte...

Los que lo vieron, cuentan que al día siguiente solo encontraron a aquel carcelero aferrado a los barrotes con la razón completamente perdida. Y a la hermosa mulata de Córdoba, nunca más se le volvió a ver.

Leyenda Urbana de Córdoba, Veracruz, México