martes, 6 de abril de 2010

La mulata de Córdoba

Allá en aquellos tiempos en que mi Córdoba, aún era una pequeña Villa, cuentan que vivía una hermosa mujer mulata, de gran porte y altivez, de rasgos gitanos y ojos hechiceros, que seducía y enloquecía a los hombres en su andar.

Su nombre era conocido en la región, por ser ella quien, ayudada tan solo por hierbas y algunos brebajes, era capaz de curar enfermos y resolver problemas de amores, a veces lograba predecir eclipses y tormentas.

En ese tiempo en el que pocas cosas tenían una explicación lógica, las malas lenguas empezaron a rumorar que tanto poder y tan exquisita belleza, sólo se podría atribuir a un pacto con el diablo. Y así muchos llegaron a afirmar que de su casa, por las noches, se podían escuchar lamentos y a veces hasta algunas llamas salian por las ventanas, tambien aseguraban que la habían visto volar por las noches cual bruja en su escoba.

Tan grandes y escandalosos comentarios llegaron hasta los oídos del Tribunal de la Santa Inquisición, quien acusandola de Bruja y Hechicera la mandaron encerrar en el Fuerte de San Juan de Ulúa. La mulata que aunque humilde nunca perdía su fina elegancia, no puso ninguna resistencia y serenamente acepto ser llevada hasta aquella terrible prisión, limitada tan solo por el mar de las costas de Veracruz, creada para los más malvados criminales.

Encerrada entre las paredes del calabozo, la hermosa mulata solo podía hablar de vez en vez con su carcelero, de quien poco a poco fue ganando su confianza. Sin perder la serenidad de la hermosa mujer, los días fueron pasando, no muchos de ellos habían transcurrido, cuando a la bella fémina se le ocurrió pedirle, como un favor muy especial a su carcelero, que le consiguiera un trozo de carbón o algo para poder trazar.

Sin entender bien el por qué, pero sin querer ser descortés con tan atractiva dama, el carcelero cumplió su capricho llevandole hasta el calabozo un gran trozo de carbón. Enseguida la Mulata de Córdoba comenzó con destreza a dibujar un gran velero sobre la pared sombría. La nave se iba viendo cada vez más real, cómo con las velas abiertas por el aire... cómo meciendose en las olas del mar. Al ver tan magna obra, el guardían quedó admirado boquiabierta viendo el dibujo terminado. En ese instante, la mujer lo miró y le preguntó: -Digame usted... ¿¡Que le hace falta a está nave?!- A lo que el hombre aquel, le respondió: -Esta nave es tan perfecta, que sólo le haría falta navegar...- Y en ese instante, con el mistisismo que envolvía a la bella mujer, ésta dío un salto y con una sonrisa en la boca, se instaló en la barca; y ante los ojos de aquel carcelero, el barco con ella encima se fué navegando perdiendose en el horizonte...

Los que lo vieron, cuentan que al día siguiente solo encontraron a aquel carcelero aferrado a los barrotes con la razón completamente perdida. Y a la hermosa mulata de Córdoba, nunca más se le volvió a ver.

Leyenda Urbana de Córdoba, Veracruz, México

1 comentario:

  1. Te cuento que cuando tenía como once años se me metió en la cabeza que si dibujaba a una niña en el papel y despues le daba a esa imagen un beso de amor, la niña dibujada tomaría forma y se casaría conmigo. Y la dibujé y la besé. Pero por supuesto no apareció ni me case con ella.

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